25 agosto 2010

EL VALLENATO PROHIBIDO DE ESCALONA "ROJAS PINILLA"

El escritor vallenato Alonso Sánchez Baute se dio a la tarea de buscar por cielo y tierra las estrofas de las que el juglar se avergonzó toda su vida. Acá está la canción en homenaje al general Rojas Pinilla, que los amigos de Escalona nunca perdonaron, y un acercamiento a la proximidad del compositor con el poder.


El general Rojas Pinilla y Rafael Escalona


Un párrafo de Consuelo Araújo en Escalona el hombre y el mito llamó mi atención: “No es justo el juicio secreto que muchos de los amigos y partidarios deEscalona intentaron hacerle para pedirle cuentas, castigarle, cobrarle o simplemente echarle en cara lo que consideraron una defección imposible en su obra musical. Él es únicamente un cantor, un cronista lírico y como tal hay que aceptarlo o rechazarlo, admitirlo o criticarlo, sin caer en la trampa de montarles juicios a sus actitudes”. La Cacica se refiere a un canto que el maestro compuso para Rojas Pinilla. “Hoy, Escalona, pese a la buena amistad que mantiene con María Eugenia Rojas, prefiere no hablar de este suceso, que muchos de sus amigos y seguidores nunca entendieron ni le perdonaron”.

Desde muy niño recuerdo al maestro vestido de caqui y pistola visible en la pretina del pantalón. ¿Por qué habría de “paniquear” tanto una canción del pasado a un hombre que presumía de su arrojo? ¿Qué era lo que no le perdonaban sus amigos? ¿Por qué le causaba tanta vergüenza un canto que compuso cuarenta años atrás? “En el apogeo de su gloria –cuenta La Cacica–, el alto gobierno decide invitar al cantor a Bogotá. María Eugenia Rojas brinda una fiesta en su residencia en la que Escalona será la figura principal y allá va él con un heterogéneo grupo musical con Víctor Soto en el acordeón. Escalona determina hacerle un canto al general Rojas Pinilla”.

Quienes me conocen saben que no soy versado en vallenato a pesar de haber nacido y crecido en Valledupar. En mi iPod hay más música de Aldo Haydar que de Diomedes Díaz. Aun así, me llamó la atención conocer este vallenato del que consulté con el señor Google, busqué en el Ares y hurgué en mis libros de folclor para no encontrar nada nuevo. La explicación de Consuelo es que “se trata de un canto nonato” y que “de su recuerdo sólo quedan aquellos que lo grabaron”. De manera que me di a la tarea de encontrar a alguno de ellos.

Abrevio el cuento hasta la parte en que pido a mi papá que me ayude buscando en Valledupar datos que lleven esta historia a feliz término. Él habla con el Turco Pavajeau, con Andrés Becerra, con Alejandro Isaza. Amigos suyos que fueron a la vez amigos de Escalona. Días después se prende una luz. El hermano de Jaime Calderón Brugés, quien vive en Estados Unidos, guarda comunicación con Víctor Soto en Miami.

Calderón Brugés me hace el cruce telefónico, primero con su hermano y luego, por medio de éste, con el primer acordeonero que tocó las canciones de Escalona, y de paso el primero que interpretó vallenatos en Bogotá. Tras varios intentos, ninguno de los dos responde el teléfono. Mientras se da la espera, analizo con el ex Registrador Nacional la cercanía de Escalona con el poder.

Calderón recuerda que en la campaña para la Constituyente, Pastrana Borrero visitó Valledupar acompañado por la pléyade del godismo local. Estando en pleno evento irrumpió Escalona, quien no sólo no estaba invitado sino a quien tampoco se le conocían intereses en el Partido Conservador. “Fue directo a la mesa principal, saludó a Pastrana y se sentó a su lado”. Finalizado el acto, Pastrana –viejo zorro de la política que años atrás sacó dividendos de su amistad con Pambelé– susurró al oído de un político local “Saquémosle una declaración”, esperando que Escalona invitara a votar por su lista. Algunos ad láteres acuden con sus micrófonos. Escalonaelogia al Presidente pero no pronuncia la frase esperada. Años después, en una conversación entre Pastrana y Calderón, éste le pregunta qué tanta votación aportan los personajes públicos del deporte o la farándula. “Eso es un imponderable”, contesta el Presidente, dando a entender que, más que votos, tributan con reconocimiento y popularidad.

Días atrás, durante un almuerzo en el hotel Dann, el abogado e historiador Ciro Quiroz me contó sobre el día en que Escalona se conoció con Uribe Vélez. “El gobernador de Antioquia estaba en una fiesta en el Club Valledupar. Sin conocerlo, Escalona le mandó con un mesero una botella de whisky. Uribe la recibió con la frase Yo no he pedido whisky, a lo que el mesero respondió Es una cortesía del maestro Escalona. Tan pronto el mesero se lo señaló, el gobernador se desplazó hasta su mesapara saludarlo. Allí nació la amistad que luego se consolidó cuando Uribe se lanzó a la presidencia y al primero que buscó en la región fue a Escalona, quien le prestó su fama para que la usara en la búsqueda de votos”.

Lo primero que sorprende de Víctor Soto es el vigor de su voz. Es n hombre de ochenta años que a través del hilo telefónico parece mucho menor. También llama la atención su detallada memoria y la forma como engrana con facilidad las nostalgias sentimentales con la especificidad de los lugares.

Víctor Soto salió de Colombia hace cuarenta años. Llegó a Nueva York, donde vivió durante casi tres décadas. De ahí emigró a Miami en busca de calor. Soto es el acordeonero que aparece junto a Escalona en aquellas bellísimas fotografías “clickeadas” por el maestro Nereo que el Ministerio de Cultura editó hace una década en un llamativo formato en blanco y negro. “La primera visita de Escalona a Bogotá fue en 1956 –afirma Soto sin dudar un ápice–. Rojas Pinilla y el maestro se conocieron en el batallón Rondón en Buenavista y luego el general nos invitó para un toque el 7 de agosto en Melgar, que nunca se realizó debido a la explosión en Cali de dos camiones cargados con dinamita”.

De manera que tenemos a un testigo excepcional de los inicios musicales de Rafael Escalona. Quizás por eso me timbro al escuchar en su voz una frase tan contundente e inesperada como polémica: “El acordeón llegó a Escalona por necesidad, pues en la región no existían ni guitarras, ni violines, ni sinfónica”. ¿El maestro del vallenato prefería la guitarra antes que el acordeón? Es lo que afirma Soto acodándose en esta historia: “Escalona decía que en su casa no lo dejaron aprender a tocar acordeón, pero yo opino lo contrario: a Escalona no le gustaba el acordeón para su música. Le parecía muy poca cosa”.

Corrían tiempos cuando la música de acordeones no era de buen recibo en los salones de la clase afortunada, lo cual plantea una reflexión: prohibido el acordeón en el Club Valledupar, a Escalona le importaba no ser rechazado por la oligarquía de su pueblo, por los poderosos. Pregunto a Soto por qué Escalona prefería guitarras y violines a la hora de grabar sus cantos. Transcribo su respuesta literal: “Por pretencioso. Le parecían poca cosa los acordeoneros de esa época”.

Luego de más de media hora de animada conversa, finalmente llegamos al punto que motiva mis pesquisas: la tan mentada canción homenaje a Rojas Pinilla, que Víctor Soto me canta de memoria al mismo tiempo que la grabo para la posteridad en mi teléfono celular. El canto tiene tres nombres y su letra es tal cual sigue, a pesar de la aclaración de Soto de que las estrofas finales fueron incluidas por Escalona algún tiempo después.


“13 DE JUNIO” O “ROJAS PINILLA” O “EL GENERAL”

Ombe cada vez que esta nación
oiga ve su libertá en peligro
Ombe se da cuenta el ser divino
y manda un libertador
Se da cuenta el ser divino
Y le manda un libertador
A Colombia fue Rojas Pinilla
El que le quitó la pesadilla
Ombe porque en el 13 de junio
Ay se terminó el gran infortunio
Ahora toda América dirá
Ay que en Colombia hay libertad
Porque Colombia sentía amargura
Ombe Rojas Pinilla llegó
Porque Colombia sentía amargura
Ombe Rojas Pinilla llegó
Ombe a borrar con su ternura
La sangre que otro derramó
A Colombia fue Rojas Pinilla
El que le quitó la pesadilla
Ombe porque en el 13 de junio
Ay se terminó el gran infortunio
Y ahora toda América dirá
En Colombia hay libertad
A Chiriguaná fue a visitar
Estuvo en los llanos en Casanare
A Chiriguaná fue a visitar
Estuvo en los llanos en Casanare
Ay es muy justo general
Ombe que también visite el valle
Hombre y es muy justo general
que también visite el valle
Ombe pa’que vea que
el pueblo grita
Emocionado con su visita
Para que le cuente a sus ministros
Lo que en la provincia ha visto
Y se lleve un recuerdo grato
De la tierra de Pedro Castro



Lo primero que pienso tras escucharla es que la letra es tan desafortunada que ni siquiera parece escrita por Escalona. No olvidemos que se trata de uno de los compositores más ilustres que ha nacido en nuestro país, alguien que dio gloria a nuestra cultura con la sencillez de su poesía, que no es lo que perfilan estos versos. Creo entender las razones de su vergüenza al esconderla –y esto es lo siguiente que pienso–: el problema no es elogiar a Rojas Pinilla. Lo imperdonable es lo malo que le quedó el canto.

El canto fue grabado, según Consuelo, “en menos de lo que canta un gallo en la Radio Nacional, bajo la impecable dirección musical del maestro José María Peñaloza, que ha escogido a su gusto treinta músicos de la Orquesta Sinfónica Nacional”. ¿Para qué quería grabada una canción tan mala el general? Asuntos de vanidad, supongo. ¿Por qué recula Escalona y la echa al olvido luego de que el general cae en desgracia? Las interpretaciones quedan abiertas a los lectores no sin antes informar de una tercera –y conocida– ocasión en la que el maestro también flaquea ante los poderosos.

Siendo López Michelsen candidato a la presidencia, Escalona compone un canto que se convierte en himno de su campaña: López es el pollo. Pues bien, un par de líneas de este canto fueron mandadas al olvido por decisión de la Dirección Liberal con la anuencia del maestro. El verso en cuestión decía “Que nada de Lleras ni el otro dos Lleras. Ahora es con López y el Partido Liberal”. El liberalismo prohibió estas líneas y Escalona bajó su cerviz. La historia me la contó Ciro Quiroz y yo le doy total crédito por venir de una persona no sólo muy cercana al maestro sino, a la vez, un gran investigador de nuestro folclor.

Al igual que Pambelé o su amigo García Márquez, Escalona fue siempre un hombre cercano al poder. ¿Por qué la atracción de las figuras de la cultura y el deporte nacional por los poderosos? “Se debe a un embelesamiento –la respuesta es de Ciro Quiroz–. Todos nos movemos por complejos. Lo que te impulsa es algún complejo. Escalona, en el fondo, tenía un complejo social por no haber nacido en la oligarquía local”. ¿Lo puedo citar?, pregunto a Quiroz durante el almuerzo en los sótanos
del hotel Dann de Bogotá. “Sí, sí. Claro. ¡No estoy mintiendo!”.


Fuente: http://www.revistadiners.com.co/