22 marzo 2011

LA CANTADORA, TOTÓ LA MOMPOSINA. IN CONCERT


Totó la Momposina ha logrado congregar exitosamente en su música, la esencia de tres culturas diferentes: delicadas melodías indígenas, vigorosos ritmos africanos y el alma de España. Esta maravillosa amalgama de sonidos ha permitido dar a conocer la riqueza de nuestra música tradicional en los cuatro rincones del planeta, convirtiendo a Totó la Momposina en la principal embajadora de nuestro folclor. Dicho esto, se hace más que justo y necesario registrar su legado en un formato audiovisual donde sea posible apreciar su imponente puesta en escena que combina cantos, bailes, hermosos vestidos autóctonos, en fin, todos aquellos detalles que en conjunto conforman nuestro patrimonio cultural.

El encargado de tan noble labor fue el director Jake Holmes y su equipo de Drumgirl, quienes han capturado la fuerza, carisma y talento de Totó la Momposina en escenario con sus músicos, en un DVD que registra un concierto llevado a cabo por la artista en el Festival Womad en Inglaterra; diez temas en vivo entre los que encontramos “Mojana”, “Yo Me Llamo Cumbia”, “Tres Golpes”, “La Llorona”, “Prende la Vela”, son matizados con bellas imágenes de Colombia, testimonios de hijos y nietos de Totó, diferentes encuentros de la artista con niños de la cumbiamba de Barranquilla, los Grupos Generación Activa de Puerto Colombia y los Tamboleros de Talaigua y un registro de la entrevista de Totó con el legendario Pablo Florez, dos grandes del folclor reunidos en un espacio en el tiempo y plasmado en este DVD que ahora entregamos a ustedes. Todo este importante material extra fue captado por el director a partir de un recorrido que realizó con la cantadora por Barranquilla, Cartagena, Mompós y Talaigua donde reconoció la riqueza de las raíces culturales y la alegría de la gente en la Costa Caribe.

Este DVD, el primero de Totó, es un producto esencial para los admiradores de su música y los amantes de las tradiciones de la Costa Atlántica y ahora se encuentra disponible en el mercado colombiano.


Muestra de una parte del DVD de la artista colombiana Totó la Momposina llamado "La cantadora"

CONTENIDO

1. Mojana
2. Yo Me Llamo Cumbia
3. Chi Chi Mani
4. Ven Pronto
5. Cosas pa Pensar
6. Tres Golpes
7. La Llorona
8. Rosa
9. Fiesta Vieja
10. Goza Plinio Sierra
11. Prende la Vela

MATERIAL ADICIONAL
1. El Dolor de María
2. Tío Guachupesito
3. La Verdolaga


DISTRIBUIDO POR MILLENIUM REPRESENTACIONES DE COLOMBIA LTDA.
www.milleniumrecol.com

02 marzo 2011

Alejandro Duran Y Su Paso Por El Amor



El profesor de filosofía Carlos Gurméndez, en sus Estudios sobre el amor, dice: “El amor es tan sólo la posibilidad de una totalidad real que puede realizarse mediante una experimentación viva. Al unirse dos seres, cada uno aporta su vida, en la que se amalgaman sus emociones, contextos, fracasos, éxitos, o sea, su realidad personal”.

De igual forma, el filosofo de San Jacinto Bolívar, Numas Armando Gil, en un ensayo sobre el amor en la canción vallenata dice: “La palabra amor procede del verbo amar, que significa coger o ser cogido. El que ama es cogido por la cadena del deseo y anhela coger a otro con su anzuelo. En efecto, igual que el pescador astuto intenta atraer los peces con sus carnadas y cogerlos con el gancho de su anzuelo, así también el que es cogido por el amor se esfuerza en atraer al otro con sus halagos, y con todos sus esfuerzos intenta unir dos corazones distintos con su vinculo inmaterial; o si ya están unidos, conservarlos para siempre juntos.

El amor hace que una persona ruda e inculta brille con toda la hermosura; sabe también enriquecer a los de baja cuna con nobles costumbres, y además suele dotar de humildad a los soberbios; el enamorado se acostumbra a ponerse al servicio de todos con complacencia. Lo vemos despreciar la muerte, desafiarla, no teme ninguna amenaza, dilapida sus riquezas y no teme caer en la miseria”.

Y fue precisamente eso, lo que sucedió con Alejo Durán, ese ser humilde, campesino, negro, de mirada tierna, picaron, romántico, de sombreo vueltiao, dentadura blanca; el poeta, el hombre desgarrado que oculto, llevaba hondas penas en el corazón, el negro que le dio la dimensión histórica al festival de la Leyenda Vallenata. En sus composiciones cogió y fue cogido en el amor, y lo plasmó en su canto. Cantándoles a las mujeres, a unas las enamoró, a otras las poseyó y a muchas las inmortalizó a partir de sus cantos. Recordemos a: Fidelina, Irene Rojas – la del cero treinta y nueve – Bren, Chave, Sabina Arrieta – la del papelito de Ayapel – María, Guillermina Tovar, Evangelina, Saturnina, Josefina, Margarita, Catalina, Las Mellas, Teresita, Sofía.

Ellas fueron su mundo: “Las mujeres fueron todo para mí. Con decirle que hasta negocio fueron, pues yo tenía que estar enamorado para seguir componiendo. O despechado, tal vez. Hay amores de amores, y amores que se quieren. Eso lo aprendí caminando”.

Cuando Alberto Salcedo Ramos lo entrevistó para el libro “Diez Juglares en su Patio” le dijo: “En esas corredurías fue donde conocí a casi todas las mujeres que después salieron en mis canciones. Es que uno en cada pueblo conseguía sus amores. Cuando uno se enamoraba, de verdad era un tigre, ¿oyó?, un tigre que perseguía a la dama por donde fuera. La olía a lejos. La llamaba con el silbido. Y si la cosa se ponía muy difícil, entonces uno tiraba a fondo, a buscarla en cualquier rincón. Lo importante era dar con ella para saber de una vez por todas si triunfaba o fracasaba. Si uno salía derrotado, por lo menos quedaba eso: haberla encontrado”.

Citando a Aristófanes, cuando dice que: “los hombres no se dan cuenta del “poder” del amor, ya que si así fuera, desde mucho tiempo atrás le hubiesen construido los más espléndidos templos y altares y harían en su honor los más solemnes sacrificios. Pero no, el amor es el dios más aliado de los hombres y médico de los males, cuya curación aportaría la máxima felicidad al genero humano”. Una explicación de las razones históricas y profundas para que éste canta autor le cantara a la mujer y al amor, no se puede encontrar sino en que la máxima felicidad se la dieron las mujeres. “El amor es un deseo tan profundo que nos hormiguea el cuerpo hacia la búsqueda de la integración de nuestra naturaleza en la persona o el objeto amado; lo mismo en lo físico que en lo espiritual”.

Alejo Durán, se casó con Joselina Salas en el año de 1953 en Barranquilla, a la edad de 35 años, pero tres años de compartir momentos alegres y amargos, así como de sufrir la ausencia del marido por días y meses, hicieron que el amor se quebrantara y el idilio amoroso se rompió para siempre. Joselina no resistió y mucho menos aguantó que su marido fuera un gitano que no tenía punto fijo, porque salía de Magangue, lugar a donde se fueron a vivir en su unión marital, y recorría el gran Bolívar, los pueblos del Magdalena, del San Jorge y del Bajo Cauca; ella nunca alcanzó a comprender lo que significaba Alejo para la música y el folclor colombiano. Una relación que se acabaría también por los celos intransigentes de una mujer que veía que su compañero se volvía más importante y asediado por el público. Por eso decidió, un día cualquiera, abandonar al rey grande del acordeón, sin importarle nada, ni la fama ni el prestigio arrasador que el cantor estaba construyendo, y regresó a su Yucal (Bolívar), lugar a donde Alejo la enamoró con su acordeón, algo a lo que ella accedió porque le gustaba su música y a Alejo le gustaba ella. No obstante, producto de ese amor verdadero, tuvieron dos hijas.

No puede olvidarse que el amor de su juventud fue Fidelina: la locura de esos días en los que no podía dormir porque le atormentaba el alma. Su Fidelina terrenal. Alejo contaba con agrado el suceso que le paso con esta mujer, del que surgió una de sus canciones preferidas: “Fidelina fue una muchacha que tuvo amores conmigo. Yo no sé si ella conmigo o yo con ella. Total, que una vez resolvió a irse conmigo, pero como uno es tan desesperado, nosotros nos citamos a las ocho y media de la noche. La casa de ella estaba en un recinto a la orilla del camino real y yo estaba tan alegre y desesperado, que me fui desde la seis. Cuando ya eran las siete ya yo estaba aburrido”.

Fidelina, Fidelina
Me consuela mi acordeón
Que tu negro no te olvida
Es de todo corazón…

También tuvo otras vivencias que le permitieron construir historias a sus mujeres amadas y no amadas. Por ejemplo: “Joselina Daza”, es un canto de afecto y se lo hizo a la hija de su compadre y protector Víctor Julio Hinojosa; a Isabel María, la pequeña hija de su amigo Amaranto León, le compuso una canción conocida por todos los seguidores del gran Alejo: “La hija de Amaranto”, le cantó a Sierva María, a partir de una composición que no fuera de él, sino del juglar Germán Serna Daza, pero lo interesante fue que inmortalizó este nombre, hasta el punto que García Márquez lo menciona 185 veces en la novela: “Del amor y otros Demonios”, y dijo una vez: “Ahora, Sierva María es un nombre tan bello que hubiera sido casi un delito no utilizarlo para un personaje tan bello”. Su último suspiro amoroso lo dio al lado de Gloria Dussán, con la que vivió en Planeta Rica (Córdoba) y la que le ayudó a criar dos hijos que no eran de ella, y fue la mujer que hizo que el negro viviera eternamente enamorada de ella, la gran Goya.

Un tema que no está agotado, así los historiadores, folcloristas, narradores, cuentistas o literatos quieran dar a entender que se agotó. Ahora es cuando más se necesita ahondar sobre esta temática, porque nadie tiene la verdad absoluta acerca de Alejo, pensarlo así sería una pretensión absurda y salida de todo contexto. Lo peligroso sería también, creer que podemos saber más de las cosas y sucesos que el propio difunto. Es por eso que se hace necesario fabular acerca de este hombre, una vertiente muy rica para que la leyenda no muera.

Sin caer en categorizaciones academicistas o filosóficas, sólo hay que atinar en decir que era un compositor que leyó e interpretó su entorno, sin más complicaciones. Por eso también satirizó e ironizó en sus cantos; uno de ellos es “La Perra”. Como era un buen narrador de cuentos, lo refiere así: “Entonces el marido de la mujer se metió una rama de totumo por dentro y se fue a esperar a la mujer allá. Cuando la mujer llegó y se dio cuenta que era el marido, echo a correr. Entonces vino y la cogió, y me la va levantando con la rama esa. La mujer, en vista de que no se pudo escapar, se le devolvió y lo mordió todo. Entonces, por eso es que dice: “El dueño dándole palo y la perra dándole diente”, es el motivo de esta canción”.

Aquí podríamos decir: “Quien no conoce el tema, sufre de engaño”. Eso pasa con esta canción: quien no conoce la historia, la estigmatiza y no le da el verdadero sentido que se merece.

Ahí viene la perra
La que me iba mordiendo
Perra valiente
Que mordió a su dueño
Es una perra valiente
Es una perra tan brava
El dueño dándole palo
Y la perra dándole diente

Alejo fue un hombre que se dejó coger por el amor, y lo cogió; por eso, desde muy joven se enamoró, y dijo en su canción que “no hay nada como la mujer”, y grito a los cuatro vientos que después del acordeón, las mujeres se irían con él a su tumba.

Lo más sublime siempre sería enamorar al ser femenino, sin importarle el tipo de mujer que fuera, su estrato social, ya fuera rica, pobre, negra, india, blanca, lo que le importaba era que sus asedios amorosos encontraran respuesta. Su seducción no estuvo acompañada por pretensiones que estuvieran por fuera de lo que el rito del amor reclama, ni hacia ostentaciones de poder. Aguardaba con pasividad del hombre que sabe esperar, porque su cortejo era tan efectivo que no necesitó de otros menesteres para “coger” y llevarse el amor de ese día, de esa noche o de aquella tarde.

Se volvió un hombre irresistible, por su porte, su voz, su color, y porque tenía un imán para las mujeres. Las mujeres de su tiempo nunca se resistieron a su sonrisa, a su mirada y a su piropo, que fue otro anzuelo para su pesca amorosa. Un piropo de Alejo tuvo que ser una frase cargada del más puro amor, al que ninguna mujer pudo resistirse por más ausente que estuviera o por lo poco interesada que ésta se mostrara por el negro color de ébano.

Ni que decir cuando lo veían pasar con su sombreo vueltiao, el primero en hacer famoso este aporte Zenú, al cual le dio prestigio. A otras por el contrario, les fascinaba su risa electrizante para deleitarse con su blanca dentadura como el marfil; ese simple detalle hacia volcar afecto, cariño y ternura. A lo mejor muchas se iluminaron con él, cuando de su boca salían rayos dorados, por tener dos dientes de oro, y eso le quedaba bien, no le sobraba a su personalidad sólo porque era el negro consentido de las mujeres.

Así como nunca se cansó con el toque del acordeón, de igual forma, aconteció con las mujeres. Si estaba en una caseta o en una parranda podía sentirse asediado por ellas, pero esto no lo mortificaba, quizás porque su acordeón lo acompañaba con su melodía, hasta que llegaba el instante preciso para elegir a su “víctima” amorosa. Desde ese momento hasta finalizar el toque, se dedicaba a cantarle a la mujer que lo impulsaba a hacer versos, y para que su acordeón se volviera más tierno con los bajos y los pitos.

Siempre fue un hombre listo, rápido de pensamiento. El cuerpo definido y de contorno escultural de la mujer también fueron motivos de inspiración para sacar bellas melodías. Alguien podría afirmar, a priori, que Alejo debió sufrir algún desengaño amoroso. Si hubiera sido así, no hubiera compuesto y dedicado tantas canciones a ese ser trágico, mañoso, grandioso, como es la mujer. Por eso no la pudo mirar como la esclava, la que vino a procrear, a soportar el machismo desbordante del hombre de la región caribe, la que tiene que cuidar al marido, sino todo lo contrario, la concibió como ese ser social que le dio inmensas alegrías y fracasos.

En esas correrías tuvo más de una mujer, y sólo él, como nadie, supo por qué se detenía: en cada puerto tuvo un amor, no como el marinero, pero si como el viajero del amor. Testigo de todo esto es el territorio del Bolívar grande, el Magdalena, y el interior de Colombia. Darle una dormida para que descansara era un acto de honor por parte de aquellos campesinos que lo veían como su ídolo, y permanecer la noche allí donde le daban la posada, era más que pasar la noche, porque si había una muchacha bonita, se desesperaba y su requerimiento en el amor era lento y puntilloso. Si no lograba impactar a la joven que no lo dejaba dormir, se iba con su recuerdo y si le gustaba más de la cuenta, volvía otro día; eso sí, se iría en busca de otra aventura, tal vez porque su corazón le decía que alguien lo estaba esperando para escucharlo y que él le declarara su amor.

Sabía que la noche la pasó en casa de amigos o de sus seguidores fieles, pero no podía adivinar dónde pasaría la siguiente. Desprevenido de las cosas materiales, el dinero no fue su fuerte; poco le interesó. Descifró el acto del trabajo en toda su magnitud y “supo que el trabajo nace del acto de disfrutar de lo que se está haciendo”; lo disfrutó hasta la saciedad, lo paladeó como un helado, de esos que se venden en esa región de mil colores. Amplio con las mujeres, cuando entendía que estaba más que enamorado, el respeto por ellas seguía siendo de admiración y de ejemplo en este mundo, donde ni siquiera hay tiempo para lanzar palabras de amor o de regalar una “flor de amor” para que la lleven y nos tengan en sus recuerdos.

Los cabarets lo enloquecieron. Eran algo embrujador y lo más agradable para este hombre mujeriego, pues allí lograba desdoblarse: Alejo alguna vez dijo: “Era lo más sabroso que le podía pasar a un hombre, porque podía estar tranquilo con una mujer, y si se aburría con ella, ahí mismo podía coger otra y no había problema alguno”. De allí que le compusiera un Son al cavaré de “El chelo”, en Cereté:

EL CHELO

El chelo se ha puesto bravo
Eso no es de corazón
Ahora para contentarlo
Te voy hacer este son
Todo lo que está pasando
Seguro que no me explico
El Chelo se ha puesto bravo
Porque yo no lo visito.
Pero yo no sé por qué
Esto dice el pobre negro
Ahora voy a Cerete
Para visitar a El chelo.

El mejor agradecimiento para su amigo, quien lo tuvo varios días y varias noches en ese sitio, donde disfrutó del mundo erótico, pero sabiendo que las notas del acordeón de Alejo eran un atractivo para aquel lugar, que tantos secretos le guardó. De allí también nacieron muchos homenajes para la “capital del oro blanco”, titulo que ya no ostenta. Fue la ciudad que disfrutó con la presencia del “negro grande” cuando éste llegaba a las corralejas del 2 de febrero, también le canto a las lindas cereteanas.

“Alejo murió como tenía que morir: del corazón. Lo había dividido tajantemente en dos, entre las mujeres y la música. Era un corazón que había amado, que había sufrido, que había creado. El de él fue un corazón para muchos corazones”.

Murió de infarto, una mañana de sol del 15 de noviembre de 1989, en la habitación 204 de la Clínica Unión, de Montería. Este año se cumplen 21 años de su partida. Pero hay un hecho muy singular, siempre que converso o hablo de Alejo Durán, se me viene a la mente los grandes poetas: Jorge Artel, Candelario Obeso, y el Premio Nóbel de Literatura del año 1982, Derek Walcott, ¿Será porque pertenecen a esa inmensa Región Caribe que va desde el sur de los Estados Unidos hasta el Brasil? ¿O porque cada uno de ellos ha tenido una versatilidad muy propia para cantarle al mundo?


Por : Arminio Mestra O.
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