11 febrero 2012

El nuevo oscurantismo del vallenato

Por Adrián Pablo Villamizar (Rey de la canción inédita. Festival vallenato 2011)

Que un bien intangible sea considerado Patrimonio equivale a nombrarlo tesoro. Los tesoros inmateriales, anteriormente conocidos como Obras Maestras de la Tradición Oral, son un elaborado producto de los tiempos dentro de una matriz cultural singular e irrepetible. Por razones propias y previsibles del movimiento perpetuo de esas matrices culturales, la fuerza que generan los tesoros de la Tradición Oral tiende a disiparse y finalmente a perderse con el paso del tiempo y la influencia constante de la modernidad con todas sus contracorrientes culturales. Estas últimas no son sino la versión contemporánea y feroz de las mismas corrientes que a su vez crearon el fenómeno o elemento desde sus inicios, hasta adquirir la forma y el contenido conocidos. El vallenato no nació como lo cantó el viejo Emiliano Zuleta o como lo tocó Luis Enrique Martínez, muchas cosas fueron mutando hasta establecer una forma por muchos apreciada, que no requiere exhaustivas explicaciones, y menos para las comunidades involucradas en su gestación y desarrollo. Es ese el saber no sabido, no aprendido que es la marca registrada de La cultura, de cualquier cultura. Los movimientos y cambios que con el tiempo fueron decantando sonidos, ritmos y saberes contaron con la aceptación popular espontánea para dar origen a esta hermosa musicalidad que nos convoca. Fueron perdurando los elementos y las formas que el pueblo mismo fue seleccionando dentro de sus preferencias, y las preferencias a su vez generando estilos, y los estilos a su vez determinaron escuelas, y así hasta obtener esta hermosa acuarela de versos y melodías, rutinas y rebrujes que constituyen al vallenato. Lo que no iba gustando se iba perdiendo y luego olvidando, pero todo fue un producto de lo que el pueblo-pueblo a través de su fascinación estética logró escoger como su música representativa.

Al iniciar el influjo mediático, su trepidante accionar sobre las masas, algo que se vuelve brutaldes de mediados de los 80 hasta nuestros días, ya no es el pueblo quien escoge lo que debe perdurar dentro de su tradición sino los medios, que con su repetición y la estrategia pre-concebida de determinados clisés melódico-literarios, impactan el inconsciente colectivo y por ende el gusto popular; son ellos quienes dominan el panorama. Nadie puede triunfar sin pasarpor su filtro, y quienes fabrican la zaranda no necesariamente acreditan conocimiento o ascendientes dentro de la historia de nuestro canto vernáculo. Las comunidades van adoptando los nuevos cantares a medida que la música se va pareciendo cada día más a sus propio estilo de vida: fácil, rápida, ligera, sin compromisos. No hay tiempo para nada, ni para dialogar, ni para contemplar la naturaleza ni para elaborar un romance. La sociedad se adapta a esa velocidad y así lo hace la cultura y con ella su música. ¿Tenemos entonces, por nuestro propio desdén espiritual, la música que nos merecemos? Creo firmemente que a todo nivel vivimos una época de nuevo oscurantismo que desecha la profundidad, la contemplación y el análisis por lo práctico, sintético e inmediato; son vacíos y clonados los cantos populares, como precarias y calcadas de Internet las tareas y trabajos escolares. Se está gestando una nueva sociedad de discapacitados espirituales en favor de hombres pragmáticos y parcos que no encuentran en el lenguaje del arte y la poesía un medio de elevación de la estética existencial. Y este fenómeno cultural-musical no fue exclusivo del vallenato: afectó por igual y en la misma corriente contemporánea la salsa y el merengue dominicano, ambos convertidos en una plataforma bailable de las baladas de los 80 y 90. La nueva música de estos 25 años de influjo mediático convirtió el vallenato-folclor en vallenato-género, y por ser género, como el rock, la salsa, el jazz, todo le cabe. Su adaptabilidad al momento social, su energía contagiosa, su musicalidad sencilla pero bonita, su función testimonial, lo hacen apetecido y apetecible por donde quiera que transita en las nuevas versiones. Una de ellas se desconecta de la realidad ancestral de la relación hombre-mujer y propone una inversión de los roles, en donde el hombre es victimizado por un ejército irregular de mujeres infieles y desagradecidas, transformando al romanticismo lírico, pero viril en un discurso plañidero y genuflexo, propio de Corín Tellado, con sus respectivas excepciones. Otra variante del vallenato-género concentra su esfuerzo lírico-musical en el bailador; este nuevo danzante vallenato, alejado de la cadencia del desplazamiento gentil, sabrosón y jamaqueao con los pies en la tierra (herencia de la cumbia) y del contacto cercano del cuerpo de la pareja, es montado en frenesí por la música que tiene un ritmo y cortes de percusión con baterías, que en determinadas ocasiones obligan a los danzantes a bailar sueltos y, por qué no, a saltar.

Ambas variantes modernas del Canto Tradicional son las responsables de esa inmensa fiebre nacional e internacional del vallenato, más ninguna de ellas transmite la esencia con la cual fuegestada su música mentora. ¿ Qué pasó? ¿Se acabaron quienes son capaces de ser consecuentes con su entorno y expresarse en cantos que hablen de su acontecer y de su realidad? ¿Perdieron la habilidad de ver el paisaje y encontrar en él los símiles para concretar una idea poética? No, allí están y son los mismos que alimentan al animal hambriento que es el vallenato moderno. Esa habilidad del verso y la melodía, de soñar despiertos y cantar volando entre nubes sigue estando entre los autores, no la han perdido, aunque ahora estén trabajando para otro propósito. Solo que ni ellos ni los intérpretes están dispuestos a morirse de hambre atrás de la edificación del folclor. Es tanta la influencia de las corrientes que dan origen a esta nueva música que ya ni para tras van a mirar. Si Santander Durán Escalona se presentara hoy ante el Jilguero de América, Jorge Oñate, con una obra de las características de Las Bananeras, obra esta que fuese grabada por él mismo con el conjunto de los Hermanos López, no tendría chance de ser parte del repertorio del aún vigente Ruiseñor del Cesar. Lo mismo le ocurriría a Julio Oñate Martínez en el 2011, quien no habría sido escogido para ser parte de un CD de Poncho Zuleta con una obra musical ecológica monumental y cada vez más cierta como La profecía. Solo quedan los festivales de música vallenata, y eso, algunos de ellos, para tratar de dejar algo en el pensamiento de las gentes con canciones que le apuesten a la estética existencial y a la memoria de los pueblos. Allí sigue lo que nos queda de ADN. Enfriar un poco las aguas para que el iceberg del folclor no se derrita a este ritmo tan acelerado es una tarea más que difícil. Hay que ver de qué manera congelamos para los tiempos la memoria de octogenarios que aún recuerdan versos nunca escritos, que llegaron de boca en boca a través de las generaciones. En eso trabaja actualmente el Ministerio de Cultura, asesorado por las organizaciones que integran el Cluster de la Música y la Cultura Vallenata CMCV en el desarrollo de un Plan Especial de Salvaguarda junto a las comunidades que generan el elemento, para que los tataranietos de Toño Salas y Eusebio Ayala conozcan su pasado genético-musical, en el intento de reactivar en ellos esta manera de "contar lavida cantando" que es el vallenato y por eso aquí les van mis versos:
Mi sueño es ver la redención de lo que aquí brilló algún día,Hermosos versos, melodías, que dieron vida a un acordeón, Que vuelva a ser inspiración nuestro paisaje en lozanía, Un vallenato de agonía, no es vallenato ni es folclor,Esos llanticos de hoy en día déjenselos a Jorge Barón Y si Usted comparte esta visión lo invito ya a mi cofradía.

Esto es más o menos como un intento de explicar el tema de lo que significa el vallenato moderno ante el vallenato tradicional, y si estas nuevas variantes representan una evolución o por el contrario, una distorsión, dentro de lo que debe proyectar la música popular como elemento de lacultura de una región. Aclaro que soy médico, no soy estudioso ni folclorista ni vallenatólogo, solo un parrandero sensible.


La ruta del reencuentro. Canción de la autoria de Adrian Villamizar interpretada por Éibar Gutiérrez







Fuente: http://www.elheraldo.co/