25 noviembre 2010

Leandro en Manaure…


Reflexiones de Tío Chiro y Tío Nan


Un 16 de julio encontré a Leandro Díaz en la casa campestre del abogado Armando Luis Calle Calderón, en Manaure (Cesar). Estaba acomodado en un taburete parrandeando en plena festividades de la Virgen del Carmen.
En medio de la parranda surgió la voz inconfundible de Ivo Luís Díaz, cantando “Dios no me deja”:

“Yo nací una mañana cualquiera
allá por mi tierra, día de carnaval
pero ya yo venía con la estrella
de componer y cantarle a mi mal. (Bis)

Leandro tocaba tenuemente con las yemas de sus dedos el borde del taburete, sin perder la melodía. Sus ojos estaban como siempre: cerrados, parecía dormir pero no era cierto. Leandro siempre está despierto en su interior.
Fue invitado por Armando Calle, para que viviera con sus amigos una buena parranda al lado de su hijo Ivo Luis y su nuera Ruby Cecilia y muchos amigos más.
En un receso de la parranda vallenata me acerqué a Leandro y empezamos a charlar. Me dijo que la primera vez que llegó a Manaure había sido en el año 1953, a unas fiestas de la Virgen del Carmen de la cual es devoto, porque es también la Patrona de su pueblo Hatonuevo y durmió en casa de Sabas Bendeck.
“En esa oportunidad me hice muchos amigos con mis simples cantos y mis simples versos y al año siguiente vine invitado por Alfonso Cotes Querúz mi gran amigo, fue mi guía en Manaure y en todos los pueblos de la región. “Poncho” Cotes era un hombre diferente, porque tenía para todos y a cada uno le daba el trato que merecía”, explicó Leandro.
Confiesa que cuando se sentía cansado de tanto ajetreo musical de los pueblos “de abajo” se iba para Manaure (Cordillera Oriental), en donde siempre ha tenido la mejor audiencia de sus canciones, “porque en los años 50 y 60 el que venía a Manaure venía a divertirse”, recuerda.
Leandro en Manaure estuvo en muchas parrandas con Alfonso Murgas, Beltrán Orozco, Juan Manuel Muegues, “Poncho” Cotes, Emiliano Zuleta Baquero, Rudecindo Daza (todos fallecidos) y muchos otros. Bebieron ron Andino, que en esa época vendían las hermanas Cleofe y “Pacha” Calderón, cada botella costaba 20 centavos y era chirrinche puro (una bebida de los ancestros).
De Toño Salas (hijo de la vieja Sara) acordeonero, compositor y verseador de la música vallenata recuerda: “fue mi gran mejor amigo, mi compañero por más de 20 años, hicimos lo que pudimos con la música vallenata y bautizamos muchas parrandas buenas”, subrayó.
Ha creado más de 500 canciones, entre ellas: Horas Felices, Morenita, El bozal, Diosa coronada, Mi pueblo (El hatonuevero), Misterio, El negativo, La contra (El pícaro de provincia), El cardón guajiro, El andariego (el pregonero), Mi memoria, El malherido, La gordita, Yo soy, Dios no me deja, A mí nadie me consuela y Matilde Lina:

“Un mediodía que estuve pensando (bis)
en la mujer que me hacía soñar
las aguas claras del Río Tocaimo
me dieron fuerzas para cantar
llegó de pronto a mi pensamiento
esa bella melodía (Matilde Lina)
y como nada tenía
la aproveché en el momento (bis)”

Nació en Hatonuevo (Guajira) el 20 de febrero de 1928. Desde pequeño lo llevaron al pueblo de Tocaimo, después vivió en San Diego (Cesar) y hoy reside en Valledupar. Es ciego de nacimiento, aunque dice que una vez vio un destello.
Con una gran sabiduría sostiene. “hoy soy más feliz que antes, porque antes la lucha era terrible y la forma de vida era muy diferente”.
Empezó cantando tangos, boleros y rancheras. Su primera canción fue en 1945: “La loba ceniza”.
Su canción más reciente la trae el nuevo disco de su hijo Ivo Luís Díaz y “Chiche” Martínez, titulada: “Como yo no hay dos”

“No he podido contemplar la luz
como lo has hecho tú en un nuevo amanecer
yo no he podido ver el cielo azul
ni mirar la tristeza de un atardecer”

Leandro sostiene que no guarda resentimientos contra Dios, porque: “a pesar de todo, Dios me ha dado mucho” y sentencia: “La gente cree que la vista es la grandeza del mundo, pero yo le he demostrado al mundo que sin ver también se puede vivir y se puede ser útil a la sociedad”, concluyó Leandro José Díaz Duarte, el ciego que le canta a la naturaleza, a la luz, a la vida, a la mujer y a sus correrías por los pueblos de la provincia. Dios lo guarde. Hasta la próxima semana.


Por Aquilino Cotes Zuleta